El diamante Florentino es uno de los diamantes más célebres de la historia; actualmente se desconoce el paradero de esta gema proveniente de la India. El Florentino, el Toscano, El gran Duque de Toscana, El Diamante Austriaco o el Diamante Amarillo Austríaco son algunos de los nombres con los cuales se ha identificado este diamante de color amarillo con matices verdes de 137,27 quilates.
Existen diferentes historias del origen de este diamante. En una se afirma que fue tallado por Lodewyk van Berken para Carlos el Temerario, Duque de Borgoña.
Supuestamente Carlos el Temerario llevaba el Diamante Florentino durante la batalla de Morat cuando fue derrotado el 22 de junio de 1476.
Según esta historia, un campesino o un soldado de la infantería que encontró el cadáver de Carlos el Temerario se hizo con el diamante y lo vendió por un florín, pensando que se trataba de un cristal. El nuevo propietario Bartolomé May, ciudadano de Berna, lo vendió a la ciudad de Génova que a su vez lo entregó a Ludovico Sforza.
Luego, gracias a la familia Fugger el diamante pasó al tesoro de los Médici en Florencia. Se menciona también al Papa Julio II entre los posibles poseedores del diamante.
Otra historia cuenta que el Diamante Florentino, todavía sin tallar, fue comprado en el sur de la India a finales del siglo XVI por el gobernador portugués de Goa, Ludovico Castro, conde de Montesanto, después de la derrota del rajá de Vijayanagara por los portugueses. El diamante fue entregado a la Compañía de Jesús en Roma (los jesuitas) y Fernando I de Médici, Gran Duque de Toscana, lo compró a la familia Castro-Noronha después de largas negociaciones por 35.000 escudos portugueses.
El hijo de Fernando I, Cosme II de Médici le encargó a Pompeo Studentoli, un joyero veneciano que vivía en Florencia, tallar la adquisición de su padre. La talla estuvo terminada el 10 de octubre de 1615. Un inventario realizado al morir Cosimo II confirma que Fernando I adquirió el diamante sin tallar y señala que en el momento de su redacción se encontraba “tallado por ambas caras y rodeado por un conjunto de diamantes incrustados”.
La única historia documentada del Diamante Florentino comienza cuando el joyero francés Jean Baptiste Tavernier, vio esta gema en 1657 entre las posesiones de Fernando II de Medicii. El Florentino pasó a manos de los Hasburgo por el matrimonio entre Francisco I de Lorena y la emperatriz Maria Teresa. Fue depositado en la Cámara del Tesoro (Schatzkammer) del Palacio de Hofburg en Viena y desde entonces el diamante formó parte de las joyas de la Corona Austriaca.
En 1918 al terminar la Primera Guerra Mundia, la antigua familia imperial se llevó el Diamante Florentino al exilio en Suiza. Poco tiempo después, en 1921, una persona cercana a la antigua familia imperial robó el Diamante Florentino y otras gemas de y las envió a Sudamerica. Desde entonces se desconoce el paradero del Diamante Florentino. Un rumor señala que durante la década de los años veinte fue tallado de nuevo en los Estados Unidos y puesto a la venta.